Si hay una persona maternal por antonomasia, protectora, con vocación de dar y de cuidar, ésa es una cáncer. Y es que a este cangrejo, profundamente sensible, aunque, a la par, tremendamente fuerte, lo que le gusta es nutrir y ser nutrido.
Tener cerca a este animal veraniego es abrir la puerta a un torrente de emociones que a veces cambian demasiado rápido, no siempre son muy lógicas y por momentos pueden resultar excesivas. Sin embargo, habitualmente acaban siendo muy gratificantes. Amar a un cáncer es sentirse bien cuidado en una relación que suele cerrarse con llave para preservar la intimidad.
Quien no quiera ataduras, si se empareja con un cangrejo lo encontrará pesado, dependiente y pusilánime. Pero quien no tenga miedo a dejar fluir los sentimientos, ni sufra alergia a las fantasías familiares y comience una historia con alguna persona de este signo, vivirá y disfrutará a tope de todo un fantástico mundo emocional.